Hola, después de 7 artículos sobre relaciones, aquí estamos con nuestro último artículo sobre el tema. Me gustaría darte la oportunidad de hacer tus preguntas. Así que si tienes alguna, envíala a question@exponencielcoaching.com y la responderé personalmente. Hoy me gustaría terminar esta serie con la relación más importante de tu vida. Para ello, voy a abrirme y contarte mi encuentro con esta persona. Desde que era niña, desde que tengo uso de razón, siempre he creído que había alguien que había creado este mundo y todo lo que hay en él. Durante mucho tiempo me pregunté quién era esa persona. Investigué mucho. Al crecer en una familia en la que había musulmanes, judíos y cristianos, tuve la oportunidad de aprender mucho. Por desgracia, ninguna religión me convencía y no entendía por qué. Estuve en el judaísmo hasta los 15 años. Buscaba a esa persona con tanto amor por la creación de cada ser humano, tan creativa en el diseño de toda la creación. Al mismo tiempo, me preguntaba por qué me había olvidado. Por qué estaba pasando por todo esto, deseando repetidamente que “se acabara el espectáculo”. Buscaba a un Dios amoroso, compasivo y presente. Buscaba una relación, no una religión. A los 15 años, no soportaba la vida que tenía y decidí suicidarme. Recuerdo que me senté en el alféizar de la ventana (la ventana de un hotel amueblado en el que estábamos alojados temporalmente gracias a la asistencia social, después de pasar un tiempo en la calle). De pie en aquella ventana, mirando a un patio cerrado, recuerdo que bajé la cabeza, cerré los ojos y dije unas palabras: “Lo siento, Dios, pero no puedo más… ¡es demasiado pesado para mí! Inclinándome hacia delante, me dejé llevar y, con los ojos cerrados, me vi de nuevo como una niña, cantando y bailando.

Una canción cuyas palabras aún resuenan en mi cabeza, en mi corazón: “Día de alegría, día de victoria, Él extiende su mano desde lo alto, Él me saca de las grandes aguas, Él me agarra y me libera. El Señor es mi apoyo, Frente a todos mis enemigos, Dios se levanta resplandeciente Y va delante de mí”. Y en ese momento, en cuestión de segundos, sentí que una mano me agarraba y me empujaba hacia atrás, oyendo una voz que me decía: “Hija mía, tengo algo más para ti”. Todavía tengo lágrimas en los ojos mientras escribo. Aquel encuentro dio un vuelco a mi vida. Sabía quién era. Era aquel que mi padre me había presentado llevándome a la iglesia unas cuantas veces. Era Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo. En aquel momento decidí entregar mi vida a Jesús y consagrarme a Él, diciéndole estas pocas palabras: “Decidí dejar mi vida aquí, pero tú viniste a llevarme, así que hoy ya no vivo yo, eres tú quien vive en mí”.

Entonces no conocía la Biblia, pero Dios, ese Dios de amor, escuchó el grito de mi corazón. Nunca dejó de guiarme y conducirme. Nunca le faltó paciencia conmigo. Nunca dejó de querer revelarme y mostrarme que su mayor deseo es vivir una relación íntima y apasionada con cada uno de sus hijos. Quiere cuidar de cada uno de nosotros, conducirnos de situaciones en las que no hay esperanza a caminar en Su gloria que ha descendido sobre nosotros, de victoria en victoria. Quiere que todos podamos entrar en la libertad y experimentar Su amor y Su poder en todo momento. Para ello, lo único que tienes que hacer es acercarte a Él. Reconocer quién eres. Comprométete a seguirle y pídele perdón sinceramente por haberte alejado tanto de Él durante tantos años. Él te mostrará el camino, y empezarás a vivir la relación más importante de todas, la que te llevará a experimentar lo posible donde golpea lo imposible, la vida donde golpea la muerte, la plenitud en cualquier circunstancia. Podemos ayudarte a conseguirlo… ¡En nuestro próximo boletín iniciaremos una nueva serie sobre cómo desarrollar juntos un crecimiento holístico! Para no perdértela, suscríbete haciendo clic en “Me suscribo” al final de este artículo.

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